Folleto de la exposición "Francisco Llorens (1874-1948)"
La del gorro encarnado, 1924
Francisco Llorens (A Coruña 1874-Madrid 1948), profesor, pintor y dibujante, está considerado como el primer paisajista gallego de la Historia del Arte. Formado en A Coruña y Madrid, alumno de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y discípulo de Sorolla, pensionado de la Academia Española de Roma y viajero por Europa, Llorens encontró en Galicia el entorno natural ideal para expresarse artísticamente. Relacionado con la intelectualidad galaica y figura señera del Rexurdimento, ha reflejado en su obra de los prados a las rías, de las costas marítimas a los interiores boscosos y de las calles y monumentos de sus ciudades históricas a las casas tradicionales y los jardines de los pazos de sus comarcas más hermosas.
Su poderosa personalidad creativa se destaca con intensa fuerza sobre el mundo cultural gallego de la primera mitad del siglo XX y forma parte de las generaciones afectadas por la crisis del 98, que contribuyeron al formidable esfuerzo impulsor de España por la vía de la renovación en todos los sentidos. Su formulación estética, vinculada a un espíritu realista en principio y dirigida al impresionismo más tarde, alcanzó su dimensión original y distintiva dentro de la corriente postimpresionista, de la cual extrajo los elementos que conformaron la caracterización definitiva de su extraordinaria producción pictórica, amplia y multiforme. Sus obras se conservan en numerosas instituciones públicas –museos, universidades, centros administrativos- así como en colecciones privadas, tanto de España como del extranjero.
La vela roja, 1945
La Sala LIorens de la Fundación presenta, a través de un recorrido genérico-cronológico no sólo la vertiente más conocida del artista como egregio pintor de la geografía gallega que interioriza el paisaje a través de un sentimiento de identificación con la propia tierra en respuesta a una concepción humanista de la naturaleza, sino que también pone en valor otros géneros abordados por el pintor coruñés a lo largo de su trayectoria y menos conocidos por el gran público.
Entre ellos destacan sus nobles y vigorosos retratos, sus serenos y detallistas interiores y sus armónicas y refinadas naturalezas muertas. El enérgico empleo del toque del pincel, la sabia dosificación de las pastas, el equilibrado gusto por la variedad cromática y un empleo compensado de las luces, cualidades presentes en todas y cada una de las composiciones del pintor, definen un genuino lenguaje que han convertido a Francisco Llorens en uno de los más destacados representantes del Regionalismo Español de principios del siglo XX.
El pinar rojo, 1929
La Fundación Barrié presenta en su sede de A Coruña el espacio destinado a la exposición permanente Francisco Llorens. Las 52 obras que conforman la muestra forman parte del legado de 59 obras que Eva Llorens, hija mayor del pintor, donó a la Fundación en 1988. Antes de su exposición, todas las obras del legado fueron restauradas por la Fundación.
La exposición muestra, en procedimiento rotatorio, una cuidada selección de obras significativas de la trayectoria artística del pintor gallego, y plantea un recorrido genérico-cronológico con presencia de retratos, paisajes, naturalezas muertas e interiores, obras todas ellas marcadas por la influencia sorolliana desde el autorretrato de su etapa romana hasta su último lienzo, La vela roja.
Capilla de Saint Michel. Capri, 1905
El jardín del Pazo de Lóngora, 1924
Apunte de una plaza de Brujas, 1903 Apunte de una calle de Brujas, 1903
Con este espacio, la Fundación Barrié reafirma su compromiso de dedicar una sala permanente en su sede de A Coruña a esta colección. Con la donación efectuada en 1988, y que procede en parte del legado familiar y en parte de obras adquiridas para complementarla, Eva Llorens hizo realidad su intención de dejar en Galicia una muestra muy representativa de la obra de su padre.
Francisco LIorens fue un hombre sencillo dedicado desde su infancia a una decidida vocación plástica. Alumno en A Coruña de Román Navarro y luego en Madrid de Joaquín Sorolla, fue el único discípulo gallego del pintor valenciano. Pensionado de Roma en 1900 y establecido en la ciudad de Brujas a principios del siglo XX, se une a la generación de Benedito, Sotomayor y Chicharro. Durante su vida obtiene todos los honores con los que un creador podía ser distinguido: primeras medallas, medallas de Honor, sillón en la Real Academia de San Fernando, Real Academia Gallega y de Bellas Artes de A Coruña.
El Molino, 1904
Fue Caballero de la Orden de Carlos III, Gran Cruz de la Corona de Bélgica, Comisario del Pabellón de Galicia de las Exposiciones Iberoamericana de Sevilla (1929) y de la de Barcelona (1929) y jurado de tantas exposiciones nacionales desde donde protege al Arte Gallego.
En su vida familiar es Llorens un ejemplo del difícil empeño de sobrevivir en el ejercicio de la pintura. Sufre las vicisitudes en que está sumida España, en los años treinta y cuarenta, décadas que marcan una etapa muy difícil para este hombre que no se acerca a nadie para solicitar ninguna prebenda, cargo oficial o favor de sus amigos. Poca gente conoce este aspecto de la vida del pintor, llena de sacrificios. Vive y enseña en Madrid. Catedrático de dibujo por rigurosa oposición de la Escuela de Comercio, dedica las mañanas a su cátedra, las tardes a la preparación de sus cuadros de arquitectura y los veranos de peregrinaje gozoso a pintar en Galicia.
Bodegón, flores y frutas, 1922
Iglesia de Santa María de Betanzos. Interior, 1921
El castaño, 1917
El pino de Montrove, 1915/26
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