Diez minutos (1º Premio Concurso Literario 2016-2017)
Autor: Carlos Nogueira Lages (IES Eduardo Pondal - Santiago de Compostela)
iRing, ring, ring! Suena el despertador, diez minutos antes de que me llamen, siempre diez minutos, lo poco que puedo controlar de mi tiempo antes de que se abra la puerta de la celda y comience otro día igual, cronometrado, monótono e impersonal. Sigo preso.
Minuto uno.
Todos los días me despierto preguntándome por qué di aquel mal paso, por qué tomé aquellas decisiones, por qué arruiné mi vida ... En siete años no he sido capaz de encontrar una respuesta a esas preguntas, únicamente he conseguido llegar a una conclusión y es que, en un momento dado, tienes que escoger un camino que seguir, unas aficiones, una carrera, un trabajo; pero yo, como dicen en 'Trainspotting', elegí la heroína.
Minuto dos.
¿Cómo comencé? ¿Cuál fue el detonante? Podría buscar una disculpa fácil y culpar a mi familia o a mi entorno: un mal barrio, familia desestructurada ... No fue así.
Minuto tres.
Yo era un niño normal, feliz, como cualquiera en mi situación. Iba a clase, sacaba buenas notas y me comportaba bien. No destacaba en nada, ni bueno, ni malo y tampoco tenía muchos amigos. Cuando cursaba 2º de ESO apareció él, un alumno nuevo en mi clase. Venía de otro centro, lo habían expulsado, repetía dos cursos y, bueno ... Me hacía caso.
Minuto cuatro.
Pronto nos hicimos inseparables, quería ser como él, hacer lo que él hacía; en definitiva, sentir que formaba parte de algo. Algo que para mucha gente no era motivo de orgullo, pero sí para mí. Yo seguía sus consejos para no perder su compañía, la única que tenía. Con él me sentía importante. Rompíamos las reglas. Pronto conocí a sus amigos. Eran tres. Salían de noche, bebían, fumaban y faltaban a clase y, como yo no podía ser menos, comencé a hacerlo. En breve el tabaco pasó a un segundo plano y llegaron los porros. No le di importancia, creí que controlaba la situación. Dejé de ir a clase y, cuando me di cuenta, ya tenía dieciséis años.
Minuto cinco.
Mi vida era simple: quedaba con él y sus amigos para beber y drogarnos en lugar de ir a clase. Poco a poco los porros suponían menos estímulo para nosotros y conocimos la cocaína. No lo voy a negar, al principio sentía miedo, pero no duró mucho; pronto comencé a consumirla con frecuencia, y más tarde, la heroína. Tenía veinte años y no había conseguido nada. Perdí a mis antiguos amigos, mentía a mi familia y, cómo no, me mentía a mí mismo.
Minuto seis.
Con el tiempo, mi personalidad, mi carácter, mis inquietudes comenzaban a ser sustituidas por la heroína. Cada vez que esa sustancia entraba en mi cuerpo, sentía que necesitaba más. Fue el principio del fin.
Minuto siete.
Mi vida giraba en torno a conseguir más. Paraba en casa únicamente para buscar dinero. Robaba a mi familia y, bueno, a quien podía. Estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de conseguir otra dosis. ¿Familia? ¿Amigos? Por aquel entonces solo conocía a la heroína. Ella era mi madre, mi padre, mis amigos, mi novia; en fin, todo lo que necesitaba me lo aportaba ella ... o eso creía yo. Los demás no eran más que un medio para conseguir mi objetivo.
Minuto ocho.
En un principio, mi familia se preocupaba por mí; pero, al ver que mi respuesta era robarles, mentirles y decepcionarles, desistieron. Mis amigos se habían alejado de mí y, los que seguían a mi lado, lo hacían por interés. Me quedé completamente solo. No me importó. No había marcha atrás; quería dinero, necesitaba más. Entonces oí por primera vez la sirena de la policía. Comenzaba un largo camino de idas y venidas.
Minuto nueve.
Y aquí estoy. Llevo siete años de quince cumpliendo condena y aún espero la primera carta o la primera visita de un familiar, de un amigo, o de alguien que se interese por mí. Soy consciente, por fin, del tiempo perdido, del daño que he hecho y, sobretodo, que me he hecho. Quiero que el pasado se quede en eso, pasado. Deseo un futuro nuevo. Limpio. Y lo voy a trabajar en mi presente.
Minuto diez.
Oigo ya los pasos que se acercan. Se abre la puerta.
-Buenos días.