Carmela Arias y Díaz de Rábago

Nacida en A Coruña el 20 de febrero de 1920, quien sería la primera mujer presidenta de una entidad financiera en España, sentía en su juventud la vocación de ser arquitecta. Una grave enfermedad truncó su sueño pero con el paso de los años una naturaleza que parecía frágil dio pruebas de la mayor tenacidad y entrega. En 1967 fue nombrada vicepresidenta de la Fundación y designada como sucesora en la presidencia. Acompañó a Pedro Barrié, con quien había contraído matrimonio el año anterior, en los primeros años de andadura de la Fundación.


Yo sólo aspiro a continuar la obra de mi marido, Pedro Barrié de la Maza

Desde 1971, tras el fallecimiento de Pedro Barrié, ocupó la presidencia de Banco Pastor y la presidencia de la Fundación Barrié. Los años iniciales de su presidencia estuvieron protagonizados por las obras de infraestructura educativa, diseñadas en los años anteriores: Escuelas de arquitectura, ingeniería y centros de investigación universitarios.

Una visión hecha realidad

Durante los años sucesivos Carmela Arias puso las bases estructurales de la Fundación, que contó con una sede propia desde 1995 y una sede en Vigo desde 2005. Su dedicación absoluta se materializó de forma aún más explícita cuando, en 1981, dona en vida toda su fortuna personal a la Fundación. La creación y asentamiento del programa de becas, la participación en los hitos más relevantes en la recuperación del folclore y la cultura humanística, en estrecha colaboración con su hermano, el vicepresidente Joaquín Arias, la creación de diversos institutos científicos, el desarrollo de un ambicioso programa de exposiciones, la dedicación a la atención de las necesidades sociales, son rasgos de la fisonomía de la Fundación profundamente marcados por la personalidad de quien fue su presidenta durante casi cuarenta años. De su gestión ella misma resaltaba la fidelidad a la voluntad del fundador que se materializó en varias ideas-fuerza que siguen informando las acciones de la Fundación: la educación como base del progreso social, la necesidad de anticipación, de estar a la vanguardia a la hora de enfrentar los problemas de nuestra tierra y, por tanto, de trabajar con visión de futuro.